¿Por qué enseñar matemáticas en primaria?
El niño pequeño aprende rápidamente a contar. Luego a
distinguir. De individualizar los objetos que le rodean pasa a ‘saber’ sus
nombres y a distinguir que algunas cosas pueden clasificarse en las mismas
categorías. El ejemplo mejor estudiado es el de los pares, quizás porque
tenemos varias partes del cuerpo que vienen de a dos. Después de distinguir que
mis dos manos y las suyas tienen algo en común, reconoce que la misma propiedad
es común a sus dos pies y, después, cuando pide un juguete y luego otro, el
niño dice dos juguetes. Y ha empezado a contar.
Los sucesivos números naturales1 hasta alrededor de
diez vienen después, y en general antes que el uno. Para un adulto esto puede
resultar extraño, pero parece ser que inicialmente es tan evidente la
individualización de los objetos aislados que es innecesario ‘contarlos’, y por
tanto darle un número (el uno) a su cantidad. La creación de un nombre y un
símbolo para expresar la inexistencia de objetos es un asunto definitivamente
más complicado. Los niños no adquieren rápidamente la idea del cero, que es la
negación de la existencia. La misma humanidad necesitó del símbolo muy
tardíamente en su desarrollo y su introducción en nuestro mundo occidental
significó un inmenso avance en el desarrollo de la matemática.
Los niños más interesados pronto se preguntan cuál es el
número más grande, los mejores alumnos llegan a una idea puramente matemática
de infinito. Estos niños habrán dado un gran salto en el aprendizaje de la
matemática y en desmitificar la disciplina.
He comentado, de esta manera un tanto atípica, para
responder a la pregunta por dos razones: Que la aplicación de las leyes
formales de las operaciones con los números naturales es uno de los mejores
ejemplos del proceso matemático de generalización. Que creo —con muchos otros—
que el buen conocimiento de los sistemas numéricos (no sólo de los números naturales)
es parte necesaria del bagaje básico de quien se dedique a la enseñanza de la
disciplina.