El concepto de competencia es el pilar del
desarrollo curricular y el incentivo tras el proceso de cambio. Se define como
“el desarrollo de las capacidades complejas que permiten a los estudiantes
pensar y actuar en diversos ámbitos […]. Consiste en la adquisición de
conocimiento a través de la acción, resultado de una cultura de base sólida que
puede ponerse en práctica y utilizarse para explicar qué es lo que está
sucediendo” (Cecilia Braslavsky).
La competencia puede emplearse como principio
organizador del curriculum. En un curriculum orientado por competencias, el
perfil de un educando al finalizar su educación escolar sirve para especificar
los tipos de situaciones que los estudiantes tienen que ser capaces de resolver
de forma eficaz al final de su educación. Dependiendo del tipo de formación,
estos prototipos de situaciones se identifican bien como pertenecientes a la
vida real, como relacionadas con el mundo del trabajo o dentro de la lógica interna
de la disciplina en cuestión.
La elección de la competencia como principio
organizador del curriculum es una forma de trasladar la vida real al aula
(Jonnaert, P. et al, Perspectivas, UNESCO, 2007). Se trata, por tanto, de dejar
atrás la idea de que el curriculum se lleva a cabo cuando los estudiantes
reproducen el conocimiento teórico y memorizan hechos (el enfoque convencional
que se basa en el conocimiento).